EL MITO PERSONAL: LA HISTORIA QUE TE NARRAS Y VIVES

Por: Andrés Flórez



El mito personal, esa historia que hemos construido de nosotros mismos, se va tejiendo en la mente a través de experiencias vividas, palabras escuchadas y miradas que nos han definido. Este relato interno no es solo un conjunto de recuerdos o juicios aislados, sino una narrativa continua que nos da identidad, propósito y sentido. Sin embargo, a menudo esta historia nos limita, encasillándonos en papeles y creencias que no siempre reflejan nuestra verdadera esencia. La voz interior que reproduce este mito personal se convierte en el prisma a través del cual interpretamos el mundo y nos relacionamos con él.

La idea del “periplo del héroe”, desarrollada por el mitólogo Joseph Campbell, encarna un proceso profundo de descubrimiento y transformación que, de algún modo, refleja el viaje de cada individuo hacia una versión más auténtica de sí mismo. Según Campbell, este viaje heroico —un ciclo común en los mitos de diversas culturas— representa una travesía en la que el héroe, al enfrentarse a desafíos y adversidades, descubre su verdadero potencial. C.G. Jung, inspirado por esta estructura arquetípica, la utiliza para ilustrar su concepto de individuación: el proceso mediante el cual una persona se integra consigo misma, trascendiendo su ego y conectándose con las dimensiones más profundas de su psique.

Cada uno de nosotros lleva en su interior una historia en construcción, un mito personal que se va adaptando a medida que atravesamos la vida. En la pantalla de nuestra consciencia, esta historia se proyecta como una película en la que desempeñamos el papel principal. Tal como en una sala de cine, existen dos espectadores: el ego, que se identifica con el drama de la película y los personajes, y otra conciencia, más profunda y sabia, que observa sin identificarse del todo, entendiendo que aquello que se proyecta no es la única realidad.

En la tradición hindú, se cuenta una historia acerca de un árbol en el que reposan dos pájaros. Uno de ellos, inquieto y distraído, salta de rama en rama, buscando frutos y dejándose llevar por las distracciones del mundo. Este es el ego, atrapado en el ir y venir de los deseos y las preocupaciones. El otro, en cambio, permanece quieto, sereno y observa desde lo alto del árbol. Representa nuestra conciencia más elevada, la cual contempla sin apegos ni juicios, entendiendo que todos los acontecimientos de la vida son transitorios.

Cuando comprendemos la naturaleza de nuestro mito personal, podemos empezar a cuestionar la historia que hemos contado acerca de nosotros mismos. ¿Somos realmente el “héroe sufriente” o el “eterno buscador”? ¿O quizás el “observador sereno” que, al igual que el pájaro en la cima del árbol, es capaz de ver las cosas con claridad y perspectiva? La integración de estas dos visiones —la del héroe que lucha y la del testigo que observa— es esencial para avanzar en nuestro proceso de individuación.

El mito personal que creamos puede limitarnos o puede transformarnos. Al reflexionar sobre quiénes creemos ser, podemos elegir narrar una historia que nos permita crecer en libertad y autenticidad, en lugar de repetir patrones que nos restringen. En última instancia, el personaje que elegimos interpretar y la historia que contamos son el reflejo de nuestra propia voluntad de autodescubrimiento y sanación. ¿Qué historia estás eligiendo contar en tu vida? ¿Qué héroe quieres ser en tu propio periplo?

Comentarios

Entradas populares